
Con la llegada de la Navidad, muchas tradiciones y celebraciones cobran vida en hogares de todo el mundo, llenando de entusiasmo a quienes las practican. Una de las más destacadas es la instalación del árbol de Navidad, un símbolo festivo que marca el inicio oficial de la temporada navideña. Desde principios de diciembre hasta la víspera de Nochebuena, el árbol se convierte en el centro de la atención, invitando a todos a disfrutar del espíritu navideño y de la magia que lo acompaña.
Más allá de ser una fecha marcada en el calendario, lo realmente importante es el simbolismo que conlleva este acto: un espacio donde se concentran los deseos, recuerdos y, sobre todo, la esperanza que caracteriza a esta época.
El montaje del árbol de Navidad se lleva a cabo tradicionalmente el 8 de diciembre, fecha que coincide con el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, según la tradición católica. En 1854, el Papa Pío IX proclamó que la Virgen María fue preservada del pecado original al ser concebida, lo que llevó a muchas familias a adoptar este día como el inicio de las celebraciones navideñas. La conexión con la figura materna de la Virgen María, madre de Jesús, otorga aún más significado a este acto.
La tradición del árbol de Navidad llegó a Argentina a principios del siglo XIX, siendo documentado por primera vez en 1807, cuando un inmigrante irlandés lo instaló en una plaza pública. Desde ese momento, el 8 de diciembre se ha consolidado como la fecha clave para armar el árbol en muchas casas, no solo en Argentina, sino también en diversas partes del mundo.
Este árbol, generalmente un pino perenne, ha adquirido un profundo simbolismo a lo largo de los siglos, fusionando tradiciones paganas y cristianas. Su presencia está vinculada con valores espirituales, culturales y religiosos que varían según la región y las costumbres locales. Sin importar el lugar, el árbol de Navidad sigue siendo un reflejo de la unión, la esperanza y el espíritu navideño que une a familias de todo el mundo.