
Este miércoles ha comenzado oficialmente en el Vaticano el cónclave, el proceso mediante el cual se elegirá al nuevo Papa. La elección se desarrollará bajo estrictas normas de confidencialidad en la Capilla Sixtina, con la participación de 133 cardenales menores de 80 años, quienes tienen el derecho al voto.
La jornada inaugural dio inicio a las 10:00 a.m. (hora local de Roma) —3:00 a.m. en México— con la tradicional misa “Pro eligendo Pontifice” en la Basílica de San Pedro, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio. Esta ceremonia litúrgica busca invocar la orientación del Espíritu Santo para la elección del nuevo pontífice.
Por la tarde, a las 16:30 horas (9:30 a.m. en México), los cardenales ingresaron en procesión a la Capilla Sixtina, donde juraron mantener secreto absoluto sobre todo lo relacionado con el proceso. Acto seguido, el Maestro de Ceremonias pronunció el solemne “Extra omnes”, ordenando la salida de toda persona ajena al cónclave y dando así inicio formal al encierro.
Ese mismo día se llevó a cabo una primera votación preliminar. A partir del jueves 8 de mayo, el ritmo se intensificará con dos sesiones de votación diarias: una por la mañana (9:30 a.m. hora de Roma) y otra por la tarde (16:30 p.m.). En cada sesión pueden realizarse hasta dos votaciones, cuyas papeletas son posteriormente quemadas.
El mundo estará pendiente del humo que emane de la chimenea de la Capilla Sixtina: si es negro, significa que aún no hay Papa; si es blanco, se ha alcanzado el consenso necesario para la elección. El nuevo pontífice debe obtener al menos 89 votos, equivalentes a dos tercios del total de cardenales electores.
Si tras tres días no se logra elegir a un Papa, se hace una pausa para la reflexión y la oración antes de reanudar el proceso.
Una vez alcanzado el consenso, el cardenal elegido acepta el cargo, escoge un nombre papal y se presenta ante el mundo desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro con el tradicional anuncio: “Habemus Papam”.
Se espera que el cónclave concluya en un plazo de dos a cinco días, en una de las ceremonias más antiguas y solemnes de la Iglesia Católica.