
Thaddeus Daniel Pierce nació el pasado sábado en Ohio

Ohio, EE. UU. – Un hito sin precedentes en la historia de la medicina reproductiva tuvo lugar este fin de semana, cuando una pareja estadounidense recibió a su primer hijo, nacido a partir de un embrión que había permanecido criopreservado durante tres décadas. El caso establece un nuevo récord mundial de longevidad embrionaria con resultado exitoso.
Thaddeus Daniel Pierce nació el pasado sábado en Ohio. Lo extraordinario es que el embrión del cual proviene fue creado en 1994, y permaneció congelado durante 30 años antes de ser implantado con éxito en el útero de Lindsey Pierce, madre primeriza de 35 años. Su esposo, Tim Pierce, de 34, compartió que el nacimiento de Thaddeus es el resultado de años de esperanza tras varios intentos fallidos de concebir.
El embrión fue donado por Linda Archerd, una mujer de 62 años que se sometió a un tratamiento de fertilización in vitro hace tres décadas. De ese procedimiento nacieron cuatro embriones: uno fue utilizado por ella misma en 1994 y dio lugar al nacimiento de su hija, mientras que los otros tres fueron conservados en nitrógeno líquido.
Durante todos estos años, Archerd asumió el costo de conservación, con la esperanza de que algún día los embriones restantes pudieran dar vida a nuevos miembros de su familia genética. Su deseo, sin embargo, no era que se donaran de forma anónima ni para investigación, sino que pudieran llegar a una familia con la que compartiera valores y visión de vida.
A través de la agencia Nightlight Christian Adoptions, especializada en adopción de embriones, Archerd conoció a los Pierce, una pareja cristiana que buscaba agrandar su familia. Tras el proceso legal y médico correspondiente, el embrión fue transferido con éxito en la clínica Rejoice Fertility, en Tennessee, un centro que se especializa en dar nuevas oportunidades a embriones criopreservados, sin importar su antigüedad.
Este nacimiento rompe el récord anterior, que pertenecía a unos gemelos nacidos en 2022 a partir de embriones congelados en 1992.
Pese al interés mediático global que ha generado el caso, Lindsey Pierce insiste en que el récord no fue su motivación principal: “Lo único que queríamos era tener un bebé”, declaró a MIT Technology Review.
Aunque aún no ha conocido personalmente a Thaddeus, Linda Archerd confesó sentirse emocionada y profundamente conectada, incluso afirmando que ya percibe rasgos similares entre el recién nacido y su hija biológica.
Este caso no solo representa un avance científico, sino que también reabre el debate ético y social sobre la conservación de embriones y las nuevas posibilidades que ofrece la ciencia para la maternidad y paternidad en contextos no convencionales.